domingo, 6 de mayo de 2012


The Artist (2011)
Un viaje nostálgico

Dirección: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius
Música: Ludovic Bource
Fotografía: Guillaume Schiffman
Reparto: Jean Dujandin, Bérénice, James Cromwell, John Goodman, Penelope, Ann Miller, Missi Plye, Malclm McDowell, Joel Murray, Ed Lauter, Beth Grant, Bitsie Tulloch, Ken Davitian
Productora: Wildbunch / La Petite Reine / Studio 37 / La Classe Américaine
/ JD Prod / France3 Cinéma / Jouror Production / uFilms

Un contraste en nuestros tiempos
Sumergidos en la época del espectáculo, del 3D y de los efectos especiales, nos relajamos y divertimos ante una hora y media de cinta muda. Una historia sencilla, enriquecida con una maravillosa banda sonora, homenajean el cine  de los años 20; sus historias, estética y pretensiones.

La buena aceptación de crítica y publico, provocaron un éxito descomunal, consiguiendo para el film numerosos premios, entre ellos el óscar a la mejor película y mejor director en 2011.

En el estudio

George Valentín, una estrella del cine de Hollywood (1927)  disfruta del éxito de su carrera. Conoce de forma casual a una joven inexperta en el mundo cinematográfico, Peppy Miller que se introduce poco a poco en el los estudios con pequeños papeles. Con la llegada del cine sonoro, la carrera de George se ve truncada, y es expulsado de los estudios. Intenta emprender su carrera por separado persistiendo en la potencialidad del cine mudo, lo que resulta un completo fracaso. A su vez Peppy Miller, se convierte en una estrella del nuevo cine. La desesperación de George lo llevan a la provocación de un incendio que casi acaba con su vida. Peppy lo recoge y lo cuida en su casa. A pesar de los intentos de Peppy, George pretende suicidarse, pero en el último momento la joven lo impide. Entre los dos descubren una nueva fórmula cinematográfica, para que George pueda volver a trabajar con éxito; el cine musical.

La obra maestra de Hazavicius
En la no muy extensa filmografía del director francés no encontrábamos un éxito tan claro de crítica  desde La clase americana en 1993, en la que compartía dirección con Dominique Mézerette.
El traumático paso del cine mudo al sonoro ya había sido recogido por otras grandes obras del cine. Es prácticamente imposible empaparse de la obra de Hazavicius sin que la mente viaje a los años 50 en Cantando bajo la lluvia de Stanley Donen y Gene Kelly. Un comienzo y un final más que similares, y unos personajes casi calcados.
La coreografía final nos remite directamente aunque sin llegar ni  a perfilar esa perfección, a la numerosa filmografía del dúo de Fred Astaire y Giger Rogers (Vuelve  mí, Ritmo loco, sombrero de Copa etc.)




Difícil interpretación
¿Cómo convertirse en  actor mudo, exageradamente teatral?
Al principio nos cuesta entrar en tal exageración, nos resulta cómico que Jean Dujandin haga tantas muecas y resalte los gestos en cada sonrisa, pero sin darnos cuenta entramos en el personaje, sobretodo cuando el drama de este va haciéndose latente;, son esas escenas en las que el actor consigue perfilar el personaje. Tal vez por su personaje, si bien es cierto que la interpretación de Berenice Bejo se nos quede algo plana, más allá de la frescura y la belleza de la propia actriz. Un soberbio y tierno James Cromwell.

Un juego de silencio y música
Un guión sin diálogos, una imagen puramente en blanco y negro elegante y definido y un aspecto visual de hace más de 80 décadas.
Los elementos sonoros son importantísimos, tanto en su existencia, como en su ausencia. En el momento del sueño, la película avanza a algo más que una “copia de una película muda de los años 20”. El protagonista sueña con su mundo desquebrajado, los sonidos le atormentan, rompen su vida.
El encuentro dramático final de ambos protagonistas carece totalmente de música, y resulta sublime por ello; no necesitamos de ningún sonido para saber que sucede.
El diálogo y el sonido cobran un importante significado en el desenlace. Cuando nuestro protagonista consigue salir de su crisis  y superar con éxito ese paso dramático que sufrieron los actores del cine mudo al sonoro, entonces el sonido se recupera y se escuchan los diálogos en su totalidad. El sonido natural y de diálogo es planteado como la expresión del estado de nuestro protagonista a lo largo de la historia.
La banda sonora de Ludovic Bource  es la pieza que une toda la historia. Un banda sonora expresiva y narrativa, concebida como las antiguas bandas sonoras. Un tema para cada momento, para cada acción y sentimiento plasmado en la película.

Una estética olvidada
Crear una atmósfera de los años 20, el maravilloso y cruel a su vez, universo de los estudios cinematográficos de Hollywood en su edad dorada.
Unos planos maravillosos que sería imposible ver en una película actual; como el encuentro en la escalera o el momento en que se encuentran en el café.
Una forma casi perfecta en cuanto a planificación se refiere. The Artist recupera una serie de planos, guiños y elementos exactos al cine de otra época, pero a su vez es un intento por mejorar eso, en un arte más actual (derrame del agua sobre el piano).
Quizás para un conocedor de la belleza del cine mudo, The Artist se quede en el simple homenaje o reseña a ese cine del olvido, pero precisamente en eso reside su belleza.



El elemento humano es aquí una pieza más del engranaje, como sucedía en el cine de ese entonces, unos personajes estereotipados que funcionan en ocasiones como un simple guiño de humor o de chiste ; es el caso del personaje del productor y obviamente el caso del perro; elemento de humor, personificado, en ocasiones de vital importancia para la acción.

Planteamiento, problema y final feliz
La historia presenta una estructura tradicional, predecible en su concepción, como  en las películas mudas de ese entonces. Un principio de en sueño, un fuerte problema, y como se ha de esperar un final feliz, tal vez algo forzado. La historia es complemente lineal, exceptuando, ese pequeño recuerdo hacia un momento pasado de la película cuando ella mira la cinta cinematográfica que ha sobrevivido al incendio.


Algo nuevo para muchos y un bonito recuerdo para otros 
Realizar y producir una película como The Artist, sorprende y a su vez está demostrado que es acertada y milimétrica en su concepción y forma. Todo está detalladamente pensado y llevado a cabo. No es extraño que alguien ajeno al visionado del cine mudo le agrade esta película y descubra algo nuevo. Si es cierto que este descubrimiento pueda resultar anecdótico y no tenga que provocar un deseo o curiosidad por aquel cine al que se homenajea; pero simplemente conseguir que el espectador disfrute con una película sin pretensiones espectaculares ni tecnológicas es un reto. Al no tener tampoco un guión complejo es un viaje a la esencia del cine; imágenes y sonidos combinados para el disfrute. Es difícil contemplar esta película sin esbozar una sonrisa o una carcajada.

Ciertamente la historia en sí, es un argumento tal vez algo manido, que no pretende ser nada más. No obstante incluso en una historia tan redonda y sencilla, no se nos regala el desenlace del todo. Sí, sabemos cómo iba  acabar pero aún así tras el “bang!” final, cuatro segundos de suspense, crean una duda real, en la cual si hubiera acabado con la muerte del protagonista no nos hubiera sorprendido tanto. Otro final que no hubiera sido un "happy ending" hubiera roto completamente el espíritu de la película que  se nos plantea desde un principio.



The Artist no pretende defender la sociedad de los años 20, o ciertos clichés de rol que puedan sacarse de la historia, aunque por otra parte tampoco pretende lo contrario, no es relevante, ni fácilmente reseñable ese posible rol de género anticuado que se crea entre los protagonistas. No podemos ver The Artist como una reflexión sobre el cine mudo, o como una una nueva visión de este cine en nuestro días; es un intento bueno de volver hacer con los medios de ahora lo que se hacía antes.


Lo realmente paradójico es contar el proceso traumático de la industria cinematográfica del cine mudo al sonoro; es decir un hecho que podemos contar con nuestra distancia histórica con el formato de una película puramente muda. Una película de los años 20 no podría jamás haber tenido este guión; aquí recae la posible reflexión que nos plantea The Artist, que por otra parte no es necesaria para el disfrute de la película. Estamos en una época de cambios sociales y cinematográficos que se aceleran progresivamente. Estos cambios  pueden resultar traumáticos y difíciles para nosotros, al igual que para el protagonista.







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