The Artist (2011)
Un viaje nostálgico
Dirección: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius
Música: Ludovic Bource
Fotografía: Guillaume Schiffman
Reparto: Jean Dujandin, Bérénice, James Cromwell, John Goodman, Penelope,
Ann Miller, Missi Plye, Malclm McDowell, Joel Murray, Ed Lauter, Beth Grant,
Bitsie Tulloch, Ken Davitian
Productora: Wildbunch / La Petite Reine / Studio 37 / La Classe
Américaine
/ JD Prod / France3 Cinéma /
Jouror Production / uFilms
Sumergidos en la época del espectáculo, del 3D y de los efectos especiales,
nos relajamos y divertimos ante una hora y media de cinta muda. Una historia sencilla, enriquecida con una maravillosa banda sonora,
homenajean el cine de los años 20; sus
historias, estética y pretensiones.
George Valentín, una estrella del cine de Hollywood (1927) disfruta del éxito de su carrera. Conoce de
forma casual a una joven inexperta en el mundo cinematográfico, Peppy Miller
que se introduce poco a poco en el los estudios con pequeños papeles. Con la
llegada del cine sonoro, la carrera de George se ve truncada, y es expulsado de
los estudios. Intenta emprender su carrera por separado persistiendo en la
potencialidad del cine mudo, lo que resulta un completo fracaso. A su vez Peppy
Miller, se convierte en una estrella del nuevo cine. La desesperación de George lo llevan a la provocación de un incendio que
casi acaba con su vida. Peppy lo recoge y lo cuida en su casa. A pesar de los
intentos de Peppy, George pretende suicidarse, pero en el último momento la
joven lo impide. Entre los dos descubren una nueva fórmula cinematográfica,
para que George pueda volver a trabajar con éxito; el cine musical.
En la no muy extensa filmografía del director francés no encontrábamos un
éxito tan claro de crítica desde La clase americana en 1993, en la que compartía dirección con Dominique
Mézerette.
El traumático paso del cine mudo al sonoro ya había sido recogido por otras
grandes obras del cine. Es prácticamente imposible empaparse de la obra de
Hazavicius sin que la mente viaje a los años 50 en Cantando bajo la lluvia de Stanley Donen y Gene Kelly. Un comienzo y un final más que similares, y
unos personajes casi calcados.
La coreografía final nos remite directamente aunque sin llegar ni a perfilar esa perfección, a la numerosa filmografía
del dúo de Fred Astaire y Giger Rogers (Vuelve mí, Ritmo loco, sombrero de Copa etc.)
Difícil interpretación
¿Cómo convertirse en actor mudo,
exageradamente teatral?
Al principio nos cuesta entrar en tal exageración, nos resulta cómico que
Jean Dujandin haga tantas muecas y resalte los gestos en cada sonrisa,
pero sin darnos cuenta entramos en el personaje, sobretodo cuando el drama de este
va haciéndose latente;, son esas escenas en las que el actor consigue perfilar
el personaje. Tal vez por su personaje, si bien es cierto que la interpretación
de Berenice Bejo se nos quede algo plana, más allá de la frescura y la belleza
de la propia actriz. Un soberbio y tierno James Cromwell.
Un juego de silencio y música
Un guión sin diálogos, una imagen puramente en blanco y negro elegante y
definido y un aspecto visual de hace más de 80 décadas.
Los elementos sonoros son importantísimos, tanto en su existencia, como en
su ausencia. En el momento del sueño, la película avanza a algo más que una
“copia de una película muda de los años 20”. El protagonista sueña con su mundo
desquebrajado, los sonidos le atormentan, rompen su vida.
El encuentro dramático final de ambos protagonistas carece totalmente de
música, y resulta sublime por ello; no necesitamos de ningún sonido para saber
que sucede.
El diálogo y el sonido cobran un importante significado en el desenlace.
Cuando nuestro protagonista consigue salir de su crisis y superar con éxito ese paso dramático que
sufrieron los actores del cine mudo al sonoro, entonces el sonido se recupera y
se escuchan los diálogos en su totalidad. El sonido natural y de diálogo es
planteado como la expresión del estado de nuestro protagonista a lo largo de la
historia.
La banda sonora de Ludovic Bource es
la pieza que une toda la historia. Un banda sonora expresiva y narrativa,
concebida como las antiguas bandas sonoras. Un tema para cada momento, para
cada acción y sentimiento plasmado en la película.
Una estética olvidada
Crear una atmósfera de los años 20, el maravilloso y cruel a su vez,
universo de los estudios cinematográficos de Hollywood en su edad dorada.
Unos planos maravillosos que sería imposible ver en una película actual; como
el encuentro en la escalera o el momento en que se encuentran en el café.
Una forma casi perfecta en cuanto a planificación se refiere. The Artist recupera una serie de planos,
guiños y elementos exactos al cine de otra época, pero a su vez es un intento
por mejorar eso, en un arte más actual (derrame del agua sobre el piano).
Quizás para un conocedor de la belleza del cine mudo, The Artist se quede en el simple homenaje o reseña a ese cine del
olvido, pero precisamente en eso reside su belleza.
El elemento humano es aquí una pieza más del engranaje, como sucedía en el
cine de ese entonces, unos personajes estereotipados que funcionan en ocasiones
como un simple guiño de humor o de chiste ; es el caso del personaje del
productor y obviamente el caso del perro; elemento de humor, personificado, en
ocasiones de vital importancia para la acción.
Planteamiento, problema y final feliz
La historia presenta una estructura tradicional, predecible en su
concepción, como en las películas mudas
de ese entonces. Un principio de en sueño, un fuerte problema, y como se ha de
esperar un final feliz, tal vez algo forzado. La historia es complemente
lineal, exceptuando, ese pequeño recuerdo hacia un momento pasado de la
película cuando ella mira la cinta cinematográfica que ha sobrevivido al
incendio.
Ciertamente la historia en sí, es un argumento tal vez algo manido, que no pretende
ser nada más. No obstante incluso en una historia tan redonda y sencilla, no se
nos regala el desenlace del todo. Sí, sabemos cómo iba acabar pero aún así tras el “bang!” final,
cuatro segundos de suspense, crean una duda real, en la cual si hubiera acabado
con la muerte del protagonista no nos hubiera sorprendido tanto. Otro final que no hubiera sido un "happy ending" hubiera roto completamente el espíritu de la película que se nos plantea desde un principio.
The Artist no pretende defender la sociedad de los años 20, o ciertos clichés de rol que puedan sacarse de la historia, aunque por otra parte tampoco pretende lo contrario, no es relevante, ni fácilmente reseñable ese posible rol de género anticuado que se crea entre los protagonistas. No podemos ver The Artist como una reflexión sobre el cine mudo, o como una una nueva visión de este cine en nuestro días; es un intento bueno de volver hacer con los medios de ahora lo que se hacía antes.
Lo realmente paradójico es contar el proceso traumático de la industria
cinematográfica del cine mudo al sonoro; es decir un hecho que podemos contar
con nuestra distancia histórica con el formato de una película puramente muda.
Una película de los años 20 no podría jamás haber tenido este guión; aquí recae
la posible reflexión que nos plantea The
Artist, que por otra parte no es necesaria para el disfrute de la película.
Estamos en una época de cambios sociales y cinematográficos que se aceleran
progresivamente. Estos cambios pueden
resultar traumáticos y difíciles para nosotros, al igual que para el protagonista.
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