viernes, 6 de abril de 2012


Entre les murs
Directa al conflicto 

Director: Laurent Cantet 
Guión: François Bégaudeau, Robin Campillo, Laurent Cantet (Libro: François Bégaudeau)
Fotografía: Pierre Milon
Reparto:François Bégaudeau, Nassim Amrabt, Laura Baquela, Cherif BounaÏdja Rachedi, Juliette Demaille
Productora: Haut et Court
Año: 2008


La clase es un reflejo perfecto de una sociedad, es casi el retrato documental de un lugar y una época. La gran y multicultural París del siglo XXI. Tres años más tarde de los disturbios en los suburbios de París, Laurent se introduce en el núcleo del conflicto. Si educar y enseñar es una tarea difícil y frustrante, ante un círculo de mentes conflictivas, cada una con un marco sociocultural completamente diferente, es prácticamente imposible.

Laurent en su corta filmografía, con una realización sumergida entre las mesas del aula y con un reparto tan sumamente realista que sobrecoge, consigue en 2008 la Palma de Oro del festival del Cannes.


En el aula
François, profesor de lengua de un instituto en un barrio marginal se enfrenta a su quinto año de docencia en el centro. A pesar de su constante devoción e interés por el alumnado, se encuentra innumerables problemas y barreras cada día. Cada alumno parte de un contexto cultural distinto, lo que dificulta los modos generales docentes.
En un momento de tensión en la clase, el profesor alterado insulta a dos alumnas, las cuales se sientes muy ofendidas. Este hecho desencadena una situación de conflicto que acaba con la agresión accidental de uno de los alumnos más rebeldes a otra compañera, produciéndole un corte cerca del ojo. Este hecho desemboca en un consejo disciplinario. François intenta restar relevancia al hecho y paliar el problema por otros medios, pero a pesar de todo, el consejo se celebra y el alumno es expulsado del centro.

Una mirada documental
 Entre les murs es una cámara cerrada, una cámara oculta, sencilla, sin aspavientos. Una mirada de expía, como si estuviéramos al lado de cada alumno sin que éste se percatara de nuestra presencia.
Asencia total de movimiento, consecución de planos cortos constantes dentro del aula, apenas asistimos a algunos generales en momentos muy puntuales.
Muchísimos personajes, y somos capaces de construir un  pequeño retrato de cada alumno y profesor. Una realización y un montaje “ a sangre”; realista en la esencia, no hay huellas del relato, menos en la narración de una  pequeña historia que no deja de ser una pretexto para mostrar los micro universos de los personajes. Una realización que pretende parecer casual, pero precisa en cada plano. El espectador conecta con el protagonista en su agobio e impotencia.
Ciento veinte y ocho minutos de conflicto dialéctico incesable e ingenioso. Un guión medido de ocurrencias, y encuentros verbales.



¿Impotencia o esperanza?
Termina un curso. Los debates y los sueños se quedan en el aula. Las mesas se quedan vacías mientras escuchamos las voces de un alumnado de vacaciones que parece haber aprendido poco o quizás nada.
 La enorme dedicación de un profesorado enormemente vocacional, no tan usual por otra parte, pasa soterrada tras un curso de expulsiones, malas notas, malos ratos y tutorías interminables con padres que ni entienden su idioma. La pregunta sería si ese desgaste constante realmente merece la pena.
Todos los proyectos o políticas de rehabilitación o de inserción social son tan mágicos como frustrantes. La película nos ofrece a probar las dos sensaciones. Cuando el más rebelde encuentra una pasión y conecta con el sistema, es el mismo sistema el que lo expulsa, sin realmente saber que consecuencias que tiene esa medida. En los últimos minutos presenciamos la reconciliación de las “rebeldes de la clase” con su tutor,  que incluso se dedican a leer filosofía mientras la más callada nos confiesa que ella no ha aprendido absolutamente nada.

Cómo llegar a un alumno sin predisposición, que no se contenta con nada, que se siente atacado constantemente, que no se siente ni inmigrante, ni francés.
Hasta el profesorado más vocacional se derrumba ante nuestros ojos cuando ya no puede mas. No obstante Francios lleva ya cuatro años en el centro, y su última mirada es serena y sonriente, juega al fútbol con todos como despedida. No parece sobrepasado a pesar de todo, está convencido; hace lo que tiene que hacer y continuará haciéndolo.


Es imposible llegar a este alumnado o intentar suscitarles interés si el método de enseñanza no es como el que Francios desempeña cada día. Pero es también este tipo de educación cercano y provocador el que puede desembocar en situaciones de tensión o conflictivas. Cuando la barreras entre profesor alumno son tan invisibles, en un mal momento se puede volver todo en su contra. Parece que nuestro profesor pierde los papeles, es extraño, poco comprensible, pero es tan solo una palabra, una palabra inoportuna, que hecha por tierra un largo proceso de empatía con uno de los alumnos.



Entre la vorágine de planos cortos y batallas verbales, la película nos regala momentos de poca acción, algo descorazonadores; un patio oscuro y vacío atravesado por el alumno expulsado y su madre mientras abandonan el centro, y también momentos de detallada realidad, incluso fuera de los límites del aula.
El bienestar y desarrollo de unos adolescentes de 14 años puede esperar si es necesario hablar de una máquina de café que no funciona. Parece esperpéntico, pero no es una crítica realmente; ¿Si nos pusieran a nosotros en nuestro trabajo o centro de estudio una cámara oculta? Seguramente nuestro retrato sería igual o más absurdo y contradictorio que el del profesorado de este centro.

Realmente debemos escoger ambas sensaciones; la esperanzadora y la trágica; porque trabajar en un centro así debe ser una mezcla perfecta de ambas y para rendir y hacer una verdadera labor, el profesorado debe implicarse al máximo sin afectarse en extremo.
Ciertamente Entre les murs conecta con el espectador, provoca esa sensación de retardo poco común, que hace reflexionar o al menos no deja indiferente.